Marco Porcio Catón, conocido como Catón el Joven, fue un prometedor político romano del siglo I aC (95-46 aC), que ya desde pequeño mostraba comportamientos y actitudes más propios de la adultez que de la niñez.
Cuando Catón entró en la política, muchos esperaban que hiciera cosas maravillosas de inmediato como discursos inspiradores, condenas intensas o análisis perspicaces. Él era consciente de esa presión (algo que todos notamos en algún momento) y se resistió.
Es fácil complacer a las masas (y a nuestro ego), pero sin embargo, esperó y se preparó. Analizó sus ideas y se aseguró de no reaccionar con sus emociones; actuando con egoísmo, ignorancia o de manera precipitada. Cuando estuvo listo habló, y lo hizo en el momento en el que estuvo seguro de que sus palabras eran dignas de ser escuchadas.
Una vez, un compañero le dijo:
«La gente critica tu silencio».
A lo que replicó:
«Al menos, que no critiquen mi vida. Empezaré a hablar cuando vaya a decir cosas que no deba callar».
Hagas lo que hagas te van a criticar.
Hemos oído muchas veces la expresión de “no puedes contentar a todo el mundo”, pero pocas veces somos consecuentes con ello, tratando de que nos sea realmente INDIFERENTE y centrándonos en lo que realmente está en nuestra mano, y en lo que realmente es correcto.
Es fácil complacer a los demás, y después, sentirnos aliviados o reconfortados tras llenar nuestro ego con las buenas palabras de los que hemos complacido.
Sin embargo…
¿acaso no es el vivir complaciendo a los demás un tipo de esclavitud?
¿hasta qué punto debería de importarnos?
¿hasta qué punto nos debería de dar igual lo que opine y diga la mayoría?
¿hasta qué punto debemos escuchar las críticas?
Para los antiguos estoicos, solo las cosas que están completamente en nuestro poder son buenas o malas. El resto son indiferentes.
En nuestro control total solo estarían nuestros actos o comportamientos y nuestros pensamientos, por lo que deberíamos de centrar nuestra atención únicamente en esto. Todo lo demás, entraría a formar parte de lo indiferente, distinguiendo entre lo indiferente preferido y lo no preferido.
La salud o la riqueza serían indiferentes preferidos, pues aunque no están totalmente en nuestro control, las preferían, sin obcecarse con ellas. Serían bienvenidas si eran fruto de una vida guiada por los principios en la que se aportara a los demás. A fin de cuentas; lo que entendían por vida virtuosa.
La vida es preferible a la muerte, la salud a la enfermedad, la riqueza a la pobreza, los amigos a los enemigos y el placer al dolor.
¿Y cómo consideraban virtuoso actuar si finalmente nos alcanzaba lo no preferido?
Para ellos, la respuesta estaba clara; huyendo del victimismo y centrando toda la atención, tiempo y energía en la próxima respuesta.
Aunque el objetivo principal no es enriquecerse, esta forma de comportamiento conduce al éxito en todos los sentidos a quien la lleva a cabo con consistencia durante años. Y por tanto;
…la abundancia y la comodidad no son el objetivo, pero constituyen el resultado que se manifiesta tras una vida conducida desde los valores, desde el autocontrol, la disciplina y velando por el bien común.
“Todo lo haré con arreglo a mi conciencia y nada por la opinión de los demás.
Séneca 3-65 dC
Todo lo que haga sabiéndolo únicamente yo, creeré que se hace a la vista de todo el mundo. Aunque haya perdido un ojo y sea débil de cuerpo, me comportaré como si estuviera sano. Sin embargo, preferiré tener un cuerpo robusto”.