En una ocasión, mientras estaba sentado en el teatro contemplando la actuación del dramaturgo Sosíteo, éste mismo comenzó a atacarle desde el escenario, dirigiéndole duras burlas y críticas.
¿Te imaginas que te llegara a pasar esto a ti? Ir al teatro a disfrutar de una tranquila velada, y que de repente, la persona que está interpretando en el escenario comience a meterse contigo delante de todo el mundo….
En este caso, el blanco de semejantes ataques no era otro que Cleantes (330-230 dC). la misma persona que a pesar de no haberse iniciado en el estoicismo hasta pasados sus 50 años, su ejemplaridad sería tal, que a la muerte de Zenón de Citio, quedaría a cargo de la escuela estoica en el “Pórtico Pintado”, dirigiéndola hasta el mismísimo día de su muerte, a los 99 años.
Volviendo a lo ocurrido en el teatro, tras los ataques del famoso dramaturgo, la audiencia permanecía perpleja y expectante por cuál sería la respuesta del ex-boxeador Cleantes ante semejante ofensa, ante la que se defendió de la mejor manera posible; haciendo alarde de una calma e inmutabilidad tan asombrosa, que el mismo público arrancaría en mayores aplausos premiando su auto-disciplina, que los que se llevaría Sosíteo aquella noche, que además, al poco sería desalojado del escenario por tan desafortunada actuación.
Cuando el artista se disculpó tras el espectáculo, Cleantes aceptó las disculpas de inmediato y con buena disposición, diciendo que…
“Personas mucho más ilustres que él habían sufrido mayores y peores abusos por poetas, por lo que sería un loco si se ofendiera por una minucia como la acontecida”.
Aquellas personas que conocían a Cleantes no se sorprendieron ante aquello, pues sabían que era un hombre que se sostenía junto a los más altos estándares y valores.
“Es la seña de identidad de una gran mente elevarse por encima de los
Séneca
insultos. Trata los insultos como ladridos de pequeños perros”.
Cleantes era un hombre apasionado por la mejora del ser, lo que le conducía a admitir su amor por igual hacia el trabajo y la filosofía. Trabajaba cavando en la tierra para conseguir agua, que luego transportaba en pesadas rocas a los diferentes hogares. Aquella labor que parecía excesivamente dura para muchos, era amada por él, pues sentía una verdadera pasión por todo aquello que supusiera una oportunidad de mejora para las personas.
Él había encontrado su propósito, su sentido; a través del trabajo duro, constante y persistente durante décadas, y a través del servicio a los demás mediante la enseñanza del estoicismo, filosofía que cultivaba y practicaba de manera muy disciplinada cada uno de sus días. Cleantes contemplaba la dureza de su trabajo y todo lo que le rodeaba como oportunidades para desarrollar aquello con lo que predicaba.
En la “Stoa Poikilè”, el lugar donde se enseñaba estoicismo en el ágora de Atenas, sería objeto de burlas y llamado “burro” por los demás alumnos, quienes eran mucho más jóvenes que él y que se mofaban de sus métodos para aprender o de que le costara algo más de tiempo que a los demás integrar lo aprendido.
Se mofaban de un “burro” que escribiría más de 50 libros sobre temas tan diversos como; el tiempo, el placer, el matrimonio, la gratitud, la amistad o la virtud en el hombre y en la mujer, que él mismo ya contemplaba de igual manera en ambos sexos allá por aquel entonces en el siglo III aC.
Se mofaban de quien acabaría siendo la segunda cabeza de la escuela estoica. De quien tan concienzudo con su desarrollo personal y del predicar con el ejemplo, llegaría incluso a rechazar los regalos y ayudas económicas de un rey que pretendía mantenerle para que se dedicara exclusivamente a la filosofía.
La próxima vez que seas blanco de críticas, burlas, insultos u ofensas, te invito a recordar la historia de Cleantes, y a tener a mano las siguientes palabras de Séneca:
“Por aquellas mismas cosas con que se me atacaba, quedó robustecida mi virtud. Es muy conveniente para ella que sea llevada al combate y que se ejercite en la lucha.
Nadie comprenderá mejor hasta dónde alcanza su fortaleza que aquellos que experimentaron sus fuerzas luchando.
Yo me ofrezco a vosotros de la misma manera que una roca cualquiera abandonada en medio de los mares, que no cesa de ser azotada por las olas, y por vientos de donde quiera que soplen. Y no por ello la mueven de lugar ni la podrán destruir a través de los siglos con su terrible embestida.
Entrad al asalto, haced fuerza, que yo os he de vencer únicamente con que os soporte. Os habéis de buscar otra manera más blanda y susceptible de que se claven en mí vuestros dardos”.
Séneca