Los grandes personajes de la historia y maestros en el “arte de vivir”, cuya ejemplaridad seguimos admirando hoy día, mostraban mediante sus actos, cómo debe comportarse una persona de bien, teniendo algo muy claro en común;
Poco más importa que sernos de utilidad y ayudarnos los unos a los otros.
Muchos de estos “maestros en el arte de vivir” pasaron a la historia pero no sin antes enseñarnos el camino a seguir:
Muestra presencia en tus acciones, constancia, ecuanimidad y serenidad.
Habla de forma comedida, solo cuando sea necesario y sin tratar de destacar sobre nadie. Muestra indiferencia ante el éxito y el fracaso.
Aguanta los reproches inmerecidos sin contestar con más reproches. No humilles a nadie y tampoco busques alboroto.
Sé una persona trabajadora, pero vive de manera modesta y evita la ostentación aunque tengas bienes de sobra. Evita causar malestar, odio o desprecio. Sé paciente.
Tolera que se opongan a tus argumentos, y más aún si vienen cargados de franqueza y salen de boca de un ser querido.
Al fin y al cabo, actúa de manera que tu consciencia siempre permanezca limpia y tranquila.
Breve es la vida y su mejor fruto lo proporciona el árbol del entusiasmo. Procura comer bastante de ello y esfuérzate por ser la persona más entusiasta de las que te rodean.
Viajemos siempre entre la sinceridad y la justicia, tratando con benevolencia tanto a los falsos como a los injustos. Y demos más importancia a la intención de la persona que al resultado de su acto final.
No pienses en lo que te falta y valora lo que tienes como si solo lo pudieras disfrutar por un tiempo limitado más, imaginando cuánto lo echarías de menos si te faltara.
A la naturaleza que todo lo dispensa y todo lo recobra, dice el hombre instruido y moderado:
«Dame lo que quieras, toma lo que quieras».
Marco Aurelio (121 dC)