Un zorro estaba siendo perseguido por unos cazadores cuando llegó al refugio de un leñador y le suplicó que le escondiera. El hombre le invitó a entrar.
Casi de inmediato llegaron los cazadores, y le preguntaron al leñador si había visto al zorro.
El leñador, con la voz les dijo que no, pero con su mano disimuladamente señalaba el escondrijo donde este se había escondido.
Los cazadores no comprendieron las señas de la mano y creyeron únicamente lo dicho con la palabra.
El zorro, al verlos marcharse, salió silencioso, sin decirle nada al leñador.
El leñador le reprochó el no darle las gracias a pesar de haberle salvado, a lo que el zorro respondió:
—Te hubiera dado las gracias si tus manos y tu boca hubieran dicho lo mismo.
……………..
¡Qué importante es guardar una congruencia entre lo que hacemos, decimos y sentimos!
Siendo lo más importante lo que sentimos.
Como Séneca recordaba a Lucilio en una de sus cartas:
“No interesa lo que dices, sino lo que sientes; y no lo que dices en un solo día, sino todos los días de tu vida“.
Cuando lo que sentimos y pensamos, va alineado con lo que decimos y hacemos desprendemos una energía tan bonita que atraemos e inspiramos a los demás.
Por tanto, cuida lo que piensas, moldea lo que dices y actúa acorde a ello.