¡Cuánta ligereza se logra si no se mira a lo que el vecino dijo, hizo o pensó, sino a lo que uno mismo hace, enfocándonos en que esta acción sea justa, sana y recta!
Continúa tu camino hasta el final sin fijarte en los malas actitudes y chismorreos, sin entretenerte mirando lo que hacen unos y otros.
Abstente de llevar a cabo cualquier acción mala, y no solo de hacerla; sino de pensarla. No solamente conviene restringir aquellas acciones que no sean necesarias, sino también los pensamientos.
Acostúmbrate a tener solo ideas tales que si alguien te pregunta de repente: « ¿En qué piensas ahora? » , puedas responder al instante con toda transparencia y tranquilidad.
Obra con rectitud, honestidad y sin segundas intenciones. Que todos confíen plenamente en que hablas y actúas como sientes.
Mantén tu jovialidad con todos y cultiva el arte de bastarte a ti mismo, pues la autonomía implica libertad. La autonomía implica éxito en cualquier ámbito de la vida; implica no necesitar de nada ni de nadie para subsistir, e implica estar en calma; pues contigo a solas encuentras bienestar y serenidad.
Elimina la divagación mental y cíñete al momento presente.
Recógete dentro de ti mismo. La mente bien entrenada se basta a sí misma, y en ella, conserva su calma .
Recuerda que el mal y el bien no se encuentran fuera, sino dentro de ti.
“En ningún lugar encuentra el hombre refugio más apacible, más tranquilo, que en su propia alma. […] Lo que yo llamo libertad de espíritu no es otra cosa que el estado de un alma bien ordenada . Concédete, pues, constantemente, este descanso y rehazte con él”.
Marco Aurelio (121 dC)