Entre los ingredientes inherentes al festín de la vida, encontramos el azar, la incertidumbre y el caos.
En la mayoría de casos, estos tres elementos y todo el séquito de estresores que les acompañan, son vistos como perjudiciales y causantes de crisis, dolor y desgracias.
Sin embargo, encontramos cosas y seres que salen beneficiados de su contacto;
Son antifrágiles.
La antifragilidad, término acuñado por Nassim Nicholas Taleb (1960), sobrepasa la fortaleza, la resiliencia y la robustez, pues no simplemente resiste o se adapta a los embates de la vida, sino que se refuerza y mejora con ellos.
Lo antifrágil adora los errores, y disfruta con lo aleatorio y lo incierto.
El cristal es frágil pues se rompe con un mínimo golpecito. En cambio, los huesos aumentan su densidad mineral ósea cuando les proporcionamos estrés mecánico al hacer ejercicio, y la pierden si les privamos de ello al pasar mucho tiempo sentados o tumbados.
El papel se volatiliza al prenderse con fuego. En cambio, el diamante para crearse necesita millones de años bajo el manto de la tierra entre roca fundida por una elevadísima temperatura y presión.
Ciertas personas entran en depresión o en estados profundos de tristeza ante determinadas circunstancias vitales. Otras, emplean el dolor ante la pérdida de un ser querido, o el malestar causado por la enorme ansiedad de caer en bancarrota, para dar un salto agigantado en su desarrollo o el de su situación económica.
La antifragilidad es una propiedad que se encuentra en todos los sistemas naturales y forma parte esencial de la evolución, por lo que privarles; por lo que privarnos de esos estresores que nos han hecho ser quien somos hoy, nos perjudicará.
Un exceso de comodidades en nuestro día día o la sobreprotección a los hijos, puede constituir uno de los mayores venenos y lastres que nos “auto-regalemos” en nuestro paso por aquí, bloqueando el desarrollo y el descubrimiento, partes esenciales del aprendizaje en la vida y la supervivencia.
Lo que más fragiliza a una sociedad y lo que más crisis genera es el tratar de adoptar siempre la postura de no correr riesgos, de no “jugarse algo propio”.
“El viento apaga una vela y aviva el fuego. Queremos ser el fuego y desear el viento”.
Nassim Nicholas Taleb (1960)