En un reino lejano, se celebraba cada año una competición de tiro con arco que recibía a los mejores arqueros de todo lugar conocido, pues era el evento más importante, ya que el premio que se conseguía, consistía en que el último ganador vigente heredaría la mitad del reino una vez el rey ya no estuviese.
En esta ocasión, la final se disputaba entre el mejor arquero de la región, quien defendía el título, y un monje.
La final comenzó y tanto el arquero como el monje acertaban en el centro de la diana una y otra vez, una y otra vez…
Nunca antes había sido vista en el reino semejante destreza con el arco. Durante horas, ambos se mantuvieron certeros sin errar el tiro tan siquiera ni una sola vez.
Hasta que finalmente, el arquero falló, pero el monje continuó acertando en pleno centro de la diana.
Tras su victoria, el monje fue preguntado acerca del secreto de su éxito, a lo que respondió:
“Mi adversario dividió su atención entre el centro de la diana y el premio”.
No importa cuál sea tu objetivo, o cuál sea la dificultad del mismo. Ten presente lo siguiente:
Si te paras; FALLAS
Si te entretienes; FALLAS
Si pierdes el foco; FALLAS
Halla tu blanco, apunta tu flecha con atención plena, tira de la cuerda con disciplina y constancia, y dispara con decisión.