La mayoría de edad; ese umbral en el que se reconoce a una persona como adulta ¡y en el que por fin podemos hacer esas “cosas de mayores” y sentirnos como tal!
Casi todos los países tienen establecida esta mayoría de edad a los 18 años, encontrando algunos como Indonesia, donde se alcanza a los 15, u otros como Egipto donde ocurre a los 21.
Durante la vida nos han enseñado valores, ética, filosofía, incluso puede que hayamos profundizado en campos más específicos sobre el estudio de la mente o la gestión de emociones.
Sin embargo, es fácil encontrar muchas personas adultas que a sus 50 o 60 años siguen siendo muy inmaduras.
No soportan ser contrariadas ni reconocen mínimamente sus errores. Toleran muy mal la frustración o las situaciones en las que algo no ocurre de acuerdo a sus deseos.
El mundo debe girar a su alrededor, pues tienen una edad emocional de 10 o 12 años a pesar de que su carcasa sume algunos más.
Los cuerpos pueden mostrar vida adulta, pero en general, nuestras mentes reflejan una gran inmadurez.
Somos adultos, puede que hasta seamos responsables de grandes equipos de personas o tengamos mucho éxito en nuestro mundo laboral, pero…
¿Somos emocionalmente mayores de edad?
¿Nos dejamos llevar por las emociones o valoramos la situación con la razón y escogemos la mejor acción a llevar a cabo?
Cuando algo nos sorprende o irrita, ¿saltamos a la primera de cambio o controlamos nuestros impulsos y retrasamos nuestra respuesta?
¿Sufrimos por adelantado o nos preparamos para acometer lo que venga lo mejor posible con lo que esté en nuestras manos?
¿Disfrutamos más entre aplausos o ante desafíos?
No hay persona perfecta.
Las hay convencidas de que no hay remedio y de que ya es tarde para cambiar, o conscientes de lo mucho que queda por aprender y desarrollar.
Tenemos un maravilloso y retador viaje ante nosotros.
Aprovechemos para aprender a bailar con nuestras emociones, a filtrar los estímulos estresantes, reinventarnos, a desatar la imaginación y liberar la creatividad.
Aprovechemos para aprender a adaptarnos a lo inesperado y aumentar nuestro umbral para tolerar frustraciones.
Aprovechemos para aprender a disfrutar contemplando lo bello.
A mirar más por la otra persona.
Para aprender a pensar antes de reaccionar.
Para aprender a juzgar menos y abrazar más.