Aunque el maestro por excelencia de la dicotomía del control es Epicteto, una de las enseñanzas más populares al respecto, es la métafora del arquero de Cicerón.
En ella, Cicerón aprovecha el contexto en el que un arquero se dispone a disparar en el blanco para ayudarnos a entender y aplicar este útil concepto para lidiar con aquello que se escapa de nuestro control y nos causa malestar.
Cicerón explica que el arquero tiene una serie de factores bajo su control:
ha tomado la decisión de la frecuencia e intensidad de los entrenamientos, ha elegido el arco y una flecha en función de la distancia y el tipo de blanco, ha apuntado lo mejor que ha sido capaz y ha escogido el momento preciso en el que debía soltar la flecha.
En otras palabras, si ha sido un arquero consciente, lo ha hecho lo mejor que ha sabido hasta que la flecha ha abandonado el arco. Ahora la cuestión es: ¿la flecha dará en el blanco?
Está claro que eso no depende de él. Al fin y al cabo, una racha repentina de viento puede alterar el vuelo de la flecha, que puede fallar completamente el blanco. O algo puede interponerse de manera inesperada entre el arquero y el blanco, por ejemplo un carruaje que pase en ese momento.
O incluso, el propio blanco puede ser apartado por alguien para evitar la flecha, algo muy probable si el blanco es un soldado enemigo o un animal en movimiento.
Por eso, Cicerón concluía que:
«Acertar en el blanco se puede escoger, pero no se puede desear».
Como buenos arqueros estoicos, decidiremos con ímpetu acertar en el blanco y haremos todo lo que esté en nuestra mano para lograrlo. Y a su vez, entrenaremos nuestra mente durante el proceso para aceptar con entereza y templanza un posible fracaso, entendiendo que no permanece todo bajo nuestro dominio y que las cosas también pueden salir como a nosotros no nos gustaría.
“La libertad es la única meta digna en la vida. Se gana ignorando cosas que están más allá de nuestro control.”
Epicteto (50-135 dC)