Miguel era el profesor de posgrado más temido de su prestigiosa universidad. Revisaba las tesis de sus alumnos con mano de hierro. Era autoritario, austero y de poca conversación
Cierto día, en pleno examen de medicina pilló a cuatro alumnos de último curso copiando. Les llamó y los 4 fueron citados para una reunión en su despacho.
– ¡Merecen ser expulsados!
Los alumnos estaban tan nerviosos y preocupados por su situación que dos de ellos comenzaron a llorar.
– Por favor profesor, ¡discúlpenos! – pidió uno de los cuatro alumnos.
– Nos arrepentimos muchísimo de este grave error… – dijo otro.
– Todo comportamiento tiene sus repercusiones. Toda actitud tiene consecuencias. Han jugado con fuego y se han quemado.
– ¿¡Qué podíamos hacer!? Sus exámenes son casi imposibles – exclamó otro de ellos.
– ¡No me levantes la voz! Para mí, un alumno que comete la gravísima falta de copiar en un examen merece la expulsión inmediata. Sin embargo… No voy a expulsarles, voy a prepararles. Un maestro debe invertir lo que tiene en aquellos que tienen poco. Aunque me hayan decepcionado, estoy dispuesto a evitar su expulsión si aceptan un desafío; darán una clase sobre la temática que copiaron y tendrán que hablar sobre contenidos que yo no les haya impartido en mis clases.
– Pero profesor, ¿cómo haremos esto?
– Que pase por alto su falta no significa que les de una palmadita en la espalda y ya está. Ustedes son capaces de llegar mucho más lejos de lo que se imaginan. ¡Reinvéntense! ¡Creo en ustedes!
Los cuatro alumnos se marcharon de ese despacho con el propósito de ser mucho mejores de lo que eran. Y de hecho, aprovecharon el conflicto como oportunidad para crecer.
El profesor se valió de su error para entrenarlos, no para destruirlos, Y el resultado fue fascinante. Los cuatro dieron un salto sin precedentes en su inteligencia. Eran alumnos muy por debajo del promedio, pero a partir de ese episodio, poco a poco se transformaron en los mejores de la clase.
Un educador, ya sea profesor, entrenador , padre, jefe, amigo o pareja, tiene la misión de hacer mucho donde hay poco. No debe destruir, sino impulsar la creación.
Augusto Cury (1958), psiquiatra investigador del proceso de construcción de pensamientos, decidió embarcarse en el estudio del proceso de formación de pensamientos en el educador más influyente de todos los tiempos; Jesucristo.
Entre sus objetivos, el doctor Cury perseguía descubrir cómo Jesús había conseguido convertir a un grupo de pescadores incultos, recolectores de impuestos corruptos y jóvenes paranoicos y volátiles en mentes tranquilas y brillantes.
Tras su estudio, sintetizó sus hallazgos en 7 nuevos paradigmas de la educación:
- Cada alumno tiene un potencial increíble, aunque sea imperceptible.
- Nadie es irrecuperable.
- Nadie cambia a nadie, solo la propia persona se puede transformar.
- Es vital desarrollar las habilidades socioemocionales, como pensar antes de actuar, empatía, resiliencia, y gestión de emociones.
- Usar metáforas e historias es importante para liberar la mente y la creatividad.
- Dinámicas y vivencias en el proceso educativo rompen la cárcel de la teoría.
- Los errores son oportunidades para crecer, no para nuevos castigos.