La persona corriente no suele encontrar en sí misma beneficio o daño, sino en las causas externas. Frecuentemente piensa y dice cosas como:
me siento de esta manera porque me han dicho esto o me ha pasado esto otro…
no seré feliz o no me sentiré en paz hasta que ocurra o consiga eso…
En cambio, la persona libre y sabia espera de sí misma todo beneficio y perjuicio, pues nada la dañará porque ha domesticado a sus juicios para que así sea, y en toda situación es capaz de recoger beneficio.
Las señales que nos permiten distinguir a esta persona en continuo crecimiento son que; no critica a nadie, no elogia a nadie, no hace reproches a nadie, no acusa a nadie, y no habla de sí misma como si fuera importante o poseyera la verdad absoluta.
Afronta cada impedimento y obstáculo considerándose la única responsable y sin señalar o culpar a los demás.
Si recibe elogios, los acepta con agradecimiento sin que su ego se hinche, y si alguien la critica, no busca venganza.
No desea lo que no tiene, como tampoco desea que ocurra lo contrario de lo que tiene lugar, y permanece en armonía con ello.
No le preocupa lo que los demás puedan pensar de ella misma, pues donde mantiene su atención en guardia, es ante los pensamientos y juicios que brotan de su mente, así como en la aplicación honesta de sus principios.
Observa las capacidades que posee y después dice:
“Que venga lo que tenga que venir, porque poseo la preparación y los recursos para destacar en medio de cualquier acontecimiento. No temblaré ni me derrumbaré ante lo que pueda pasar, ni buscaré otro culpable más allá de mi manera de gestionarlo. Nada de lo que ocurra me perjudicará, sino que me hará más fuerte.“