Las investigaciones demuestran que una de cada dos personas desarrollará un trastorno psíquico como la ansiedad, la depresión u otras enfermedades psicosomáticas.
Según la Organización Mundial de la Salud, cada 40 segundos, una persona se quita la vida. Más de 70 millones de personas padecen trastornos alimentarios como bulimia o anorexia, y apenas el 3% de las mujeres se gustan y se sienten bellas.
¿Cómo podemos mejorar estos números?
Estos son problemas muy reales, que nos acompañan de cerca en la era que bien podría llamarse la del “descontrol emocional”, donde parámetros como el índice GEEI nos recuerdan la necesidad de cuidar y mejorar nuestra gestión de lo que ocurre en nuestro interior.
El índice GEEI significa “Gasto de Energía Emocional Inútil”.
Las enfermedades no se deben únicamente a traumas o a la degeneración del sistema nervioso, sino también a un gasto irresponsable y excesivo de energía emocional.
El principal comportamiento que agota los recursos naturales de nuestro mundo emocional es “ser un acreedor de emociones”.
Un acreedor facilita dinero a intereses altos, y en ocasiones, impagables. De la misma manera, “un acreedor emocional”, se apega y se entrega apasionadamente a quien ama o incluso a sus propias ideas, cobrando intereses emocionales altísimos, que en la mayoría de ocasiones llegan a satisfacerse difícilmente provocando sufrimiento.
Nos comportamos como acreedores emocionales cuando no soportamos la más mínima contrariedad hacia aquello de lo que estamos convencidos y apegados.
Padres que no toleran el comportamiento diferente de sus hijos.
Profesores que son incapaces de comprender las necesidades reales de sus alumnos.
Parejas celosas y controladoras.
Jefes y compañeros de trabajo muy exigentes especialistas en crear fricción y malestar.
Personas muy autoexigentes, perfeccionistas al extremo, temerosas, y que sufren por adelantado.
Todos estos son ejemplos de comportamientos que de alguna u otra manera nos son familiares en nuestro día a día, bien porque los soportamos o bien porque los ejercemos.
Todos ellos representan situaciones en las que el índice GEEI está muy alto.
¿Y qué ocurre cuando esté índice se mantiene a esos niveles de forma rutinaria?
Ocurre que contaminamos nuestro presente; el único tiempo en el que podemos ser felices, estar realizados y sentirnos en paz. Dejamos de disfrutar. Nuestra alegría se esfuma y nuestro entusiasmo se marcha con ella.
Nos convertimos en nuestro propio verdugo y nos esclavizamos con las cadenas de una mala gestión y control emocional.
¿Quieres disfrutar más de la vida?
Cuídate, ama y preocúpate en mantener tu índice GEEI lo más bajo posible.