Nuestro principal elemento diferenciador respecto al resto de animales es nuestra racionalidad; nuestro uso superior de la razón para gestionar situaciones y tomar decisiones.
Racionalidad que llega a su punto culmen solo acompañada de la moderación, la observación y análisis de uno mismo de manera continua.
“Seremos razonables si deseamos cosas moderadas y cada uno se observa y se mide.”
Séneca (3-65 dC)
Al ser conscientes de cuán poco podemos abarcar y por cuán poco tiempo, podemos percibir la gran utilidad que se halla en la aceptación y comprensión de la incertidumbre y brevedad de la vida.
Al ser conscientes de nuestra debilidad, permanezcamos en calma. Seamos cuidadosos y evitemos entregar una vida que merece y pide ser bien vivida, al consumo de placeres como drogas, cuerpos atractivos que captan nuestra atención, o adulaciones que inflan nuestro ego; todos ellos elementos que nos atraen de manera natural, y sobre los que debemos aplicar nuestra racionalidad con más ímpetu.
“Los cuervos devoran a los muertos y los aduladores a los vivos”.
Antístenes (444-365 aC) – fundador de la escuela cínica
Si en suelo seco ya nos mantenemos con poca firmeza, apartémonos cuanto podamos del terreno resbaladizo, pues hay puertas por las que es difícil salir una vez pasamos por ellas.
La naturaleza nos ha proporcionado suficiente fuerza si la usamos; si focalizamos nuestras energías y las proyectamos a nuestro favor, o al menos, no contra nosotros.
En muchas ocasiones cuando encontramos dificultades a la hora de realizar o resistir algo como por ejemplo; comer alimentos poco saludables, fumar, beber, drogarse, procrastinar, ser infieles, no alejarnos de esa persona o personas tóxicas… A menudo nos excusamos ante los demás y ante la parte más importante; nosotros mismos, alegando que “no podemos”, “que es muy duro” o “muy difícil”, …
Y, ¿sabes por qué no podemos? Porque nosotros creemos que no podemos.
“Tanto si crees que puedes como si no, estás en lo cierto.”
Henry Ford (1863-1947)
“El no querer es la causa; el pretexto es no poder.”
Séneca (3-65 dC)